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La última bicicleteada

El 31 de diciembre, último día del año, tuve mi última aventura del año 2021. Fui a montar bicicleta con un amigo, Gonzalo, con el objetivo de llegar a una laguna, la laguna Salinas, en la Reserva Nacional Salinas y Aguada Blanca.

En realidad, yo no fui el de la idea, Gonzalo me dijo para salir a montar bicicleta y al comienzo no estaba tan seguro, tenía un poco de miedo porque a veces tengo algunos episodios de ansiedad y uno bastante importante ocurrió cuando montaba bicicleta con mi hermano pequeño. Sin embargo, realmente quería ir y también era un reto para mí, demostrarme a mí mismo que puedo tener una vida normal y hacer las cosas que quiero a pesar de la ansiedad. Así que tomé la decisión de participar y un día antes tuve una sesión con el psiquiatra para estar mentalmente preparado para la bicicleteada. Realmente esperaba que la ansiedad no participara en el paseo (spoiler: sí participó).

Entonces, salí de mi casa a las 5:00 AM, para encontrarme con él, debo confesar que antes de salir no había revisado exactamente a dónde íbamos, pero ya comencé a imaginar que la ruta era larga cuando vi a Gonzalo llegar al encuentro con una bolsa grande de alimentos que apenas cabía en mi mochila.

Y así fuimos a Chiguata y de ahí comenzamos nuestro ascenso hasta nuestro destino. La ruta era bastante exigente, todo subida y encima el camino no estaba asfaltado, era todo tierra; el sol iba posicionándose cada vez más alto en el cielo y brillaba con gran intensidad. Gonzalo me dijo que estaríamos en el punto a las 11:00 AM, pero pronto me di cuenta de que eso no terminaría siendo cierto. Conforme íbamos subiendo consumíamos poco a poco nuestras provisiones mientras consumíamos poco a poco nuestra energía, pero no paramos mucho tiempo para descansar. Es así que pronto pasaron las 11:00 PM y aún no estábamos ni cerca, seguíamos subiendo. Luego continuamos nuestro ascenso con la esperanza de llegar, a alguna hora, pero yo ya no estaba seguro si realmente lo conseguiríamos.

Esta era, aproximadamente, la ruta planeada:

Mientras subíamos, desde pasar de Chiguata, el paisaje iba cambiando, las plantas, los animales. Todo cambiaba de forma progresiva hasta que llegó un punto en el que el cielo comenzó a nublarse y pronto, el calor que se sentía desapareció y se transformó en frío, en un frío penetrante, parecía que algo se avecinaba y, así de repentino como llegó el frío, también llegaron algunas ideas ansiosas, esa ansiedad que comienza con alguna idea y que va aumentando progresivamente hasta ocupar todo el lugar del pensamiento.

Y así, mientras mi mente buscaba encontrar maneras de calmar la ansiedad que sentía, el cielo y el clima se confabulaban haciendo que la lluvia que caía del cielo gris se convirtiera en nieve. Era nieve o granizo lo que caía, no puedo distinguirlos, pero iba observando como pequeñas bolitas blancas se pegaban a mi ropa y, con el calor de mi cuerpo, se convertían en agua que luego me mojaba y me hacía sentir un frío penetrante, un frío doloroso. Y yo quería parar y regresar, quería escapar, sin embargo, mis piernas, quizá acostumbradas por estar ya más de 6 horas pedaleando seguían moviéndose, hacia adelante, hacia arriba, hacia un objetivo que no estaba convencido de poder lograr; y detrás de mí veía a Gonzalo sufriendo quizá más que yo, pero también seguía avanzando; además, cómo iba a rendirme habiendo llegado tan lejos, veía hacia atrás y apenas se veía la silueta del Misti. Quizá lo normal sea seguir adelante.

Es en esas circunstancias cuando, de pronto, la subida continua que habíamos tenido se detuvo y se convirtió en bajada, una bajada pequeña que se veía a lo lejos que iba a convertirse en subida nuevamente, pero se sentía que algo había cambiado. Entonces después de una de tantas subidas pudimos observar a lo lejos una laguna.

Y esa vista hizo que el frío se convierta en calor y que desaparezca el cansancio en mis piernas, quería llegar lo antes posible. Aceleré, quería llegar rápido y ya no para llegar al destino, sino para regresar, para terminar el recorrido. Pero lo malo de andar con prisa es que te pierdes de la magia del recorrido y finalmente terminas solo. Y, así como una poco sutil analogía con la vida, terminé solo. Paré y se escuchaba silencio, interrumpido solamente por el sonido de una mezcla de lluvia y nieve que caía y del viento que soplaba mi cara, miré atrás y no veía a Gonzalo. Entonces, la ansiedad que sentía iba aumentando, poco a poco, y el frío que sentía también, de pronto, escuché una explosión en el cielo, un trueno retumbo en el paisaje y sacudió aún más mi frágil situación; entonces, justo ahí, apareció Gonzalo.

Y se veía una subida a lo lejos, que daba vuelta a un cerro y dije para mí, y en voz alta, que esa era la última subida, ya no estaba preparado para continuar más. Subimos, estaba al límite de mis capacidades mentales, sentía algunos problemas para respirar y también tragando saliva producto de algunos pensamientos, todo se estaba oscuro en mi mente, como el cielo.

Terminamos la subida y, como en una historia previamente escrita, salió el sol, y después de la última subida veíamos ya la laguna junto a nosotros, habíamos llegado. Después de 8 horas y media, alrededor de la 1:30 PM, habiendo recorrido casi 70 km, habíamos llegado a nuestro destino, a algo de 4400 metros sobre el nivel del mar.

Y, a pesar de estar ahí, mi ansiedad no se calmó, apenas podía comer las últimas provisiones que nos quedaban, sentía que me atoraba, pero tenía hambre y el hambre podía más. Y, a pesar de la ansiedad, una sonrisa ansiosa no se borraba de mi rostro. Se podría decir que estaba muy feliz. Se podría decir también que estábamos muy felices, porque no estaba solo, lo logramos juntos.

Entonces, después de hacer lo opuesto a lo que se debe hacer cuando uno tiene frío, comenzamos nuestro camino de regreso, y el mismo camino ya no era el mismo camino, se sentía diferente, no solo porque era más sencillo, sino porque yo mismo era alguien diferente. Y, progresivamente, mi ansiedad disminuía mientras descendía, como si mi ansiedad dependiera de la altitud (cosa que, por cierto, podría tener cierta validez científica y podría ser un posible tema de investigación, así que por aquí dejo algunas referencias bibliográficas por si resulta interesante: Hüfner 2019, Kious 2019, Boos 2018).

El descenso no fue del todo fácil tampoco, ampollas en ambas manos causaban gran dolor, además, un fuerte dolor de espalda molestaba también; pero, de todas formas, aún tenía esa sonrisa ansiosa en el rostro. Y el paisaje iba volviéndose familiar nuevamente mientras nos aproximábamos a los primeros indicios de ciudad.

Después de unas 3 horas de partir de la laguna, alrededor de las 4:45 PM, estábamos ya por por una zona conocida, fue ahí donde me despedí de Gonzalo y me dirigí a casa. Llegué a casa a eso de las 5:30 PM, después de haber pedaleado por más de 12 horas y me di con la sorpresa de que no había almuerzo, claro que no había, qué tonto, si soy yo quien prepara el almuerzo. Por suerte mi mamá tenía listas algunas pechugas de pollo y me preparé unas milanesas que estuvieron más ricas de lo normal. Se siente bien no estar solo.

Subí a mi cuarto, pero aún tenía algunas cosas pendientes por estudiar, no había estudiado nada en todo el día. A esto se le sumaba que en mi casa íbamos a tener una reunión por la noche con algunos familiares por año nuevo. Entonces, me planteaba dos posibilidades: estudiar corriendo el riesgo de pasar la vergüenza de quedarme dormido en media reunión o dormir antes sacrificando mi estudio del día. En ese momento me contagié del espíritu adquirido durante la bicicleteada, el de no rendirse estando tan cerca, cómo iba a perder mi racha de haber estudiado todos los días del año, al fin y al cabo era una de mis metas del año anterior y con qué cara voy a comenzar un año nuevo con metas sabiendo que no las cumplo. Lograr esta pequeña meta el día 31 de diciembre de 2021 representó mucho para mí, fue como haber llegado a la laguna, un último esfuerzo después de un largo ascenso.

Pensaba terminar esta historia explicando las similitudes de esta salida en bicicleta con este año que tuve y mencionar también lo aprendido, como una moraleja; sin embargo, prefiero terminar esta historia sin moraleja, porque, al fin y al cabo, nunca se trató del final, sino de la historia, del recorrido.

Finalmente la ruta quedó algo así:

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