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Mi historia de amor, sexo y otras cosas secundarias

Durante mucho tiempo, especialmente estas últimas semanas, he estado pensando sobre mi vida amorosa y sexual. Además, he tenido algunas conversaciones por ahí con algunas personas que aumentaron mis deseos de escribir sobre esto. Así que en este post contaré mi historia.

Por fines narrativos separaré mi vida amorosa/sexual en distintas etapas. Aunque debo mencionar que existe superposición entre estas etapas e incluso ahora conservo algunas características de mis etapas pasadas.

También debo mencionar que esta historia es de mí, de las cosas que pasé desde mi perspectiva, por lo que procuro en esta historia no incluir las historias de otras personas que me acompañaron y participaron en mi camino (por fines de privacidad).

Rechazo

Parejas

La primera etapa de mi vida amorosa/sexual comprende mi periodo de inicial y primaria. Esta etapa de mi vida se caracteriza por un rechazo a las relaciones de pareja, sexualidad y relaciones interpersonales en general. Aunque, en realidad, en un inicio no fue un rechazo voluntario, sino una incapacidad. Resulta que no era capaz de entablar relaciones sociales con mis compañeros, ya sea en el colegio, en el deporte o en donde sea, ya sea con hombres o mujeres (quizá producto del abuso físico y psicológico que sufría por aquel entonces). Y la cosa era aún más marcada con las mujeres, realmente me ponía demasiado nervioso hablar con chicas, más que cualquier campeonato de natación o partido de fútbol. Recuerdo que me gustaron un par de chicas y la verdad no recuerdo haberles dirigido palabra alguna durante ese periodo de tiempo.

Durante esta etapa fingía cierto desinterés en tener interacciones románticas, algo que se volvería incluso más marcado más adelante. Pero, en el fondo, realmente quería poder hacer que las personas que me gustaban se fijaran en mí, gustarles también. Entonces, mi pequeña cabeza de niño soñaba con encontrar la manera de enamorar a otras personas sin necesidad de tener alguna conversación, alguna muestra de interés o algún acercamiento. De tanto pensar, terminé dando con la siguiente (no muy brillante) idea:

“Si me vuelvo alguien mejor, alguien perfecto, ¿quién no se enamoraría de mí?”.

No es de extrañar que no funcionara y, no solo eso, tampoco es de extrañar que esa forma de pensar traiga consigo consecuencias fuera del terreno de mis interacciones con intención romántica y marcó también mi forma de pensar en otras áreas. Como si la idea inicial mutara y se convirtiera en:

“Si me vuelvo alguien mejor, alguien perfecto, ¿a quién no le agradaría?”.

Si la analizamos, esta idea tiene como objetivo central una validación externa y una búsqueda activa de atención y aceptación por parte de otras personas. Lógicamente, cuando era niño no me di cuenta de esto y esta forma de pensar me trajo mucho sufrimiento. Lamentablemente, esta idea persistió en mí mucho más de lo que me gustaría reconocer.

Sexo

Con lo mencionado anteriormente no es de extrañar que no haya adquirido experiencia significativa sobre sexo durante esta etapa de mi vida. Sin embargo, en teoría, sí conocía algunas cosas acerca de esto, pues resulta que el sexo siempre ha sido algo que me generó mucha curiosidad, incluso desde edades bastante tempranas.

Pero, a pesar de mi curiosidad, no tenía mucho acceso a información sobre ese tema. Es un tanto irónico que tenía más información sobre sexo en otros animales que de sexo en humanos (Animal Planet casi no hablaba de humanos). Básicamente, entendía que el sexo era necesario para la reproducción de algunas especies, así como nosotros, los humanos, y que para que se dé la reproducción sexual debe haber un individuo que actúe como hembra y otra como macho (o ambos). Hasta ahí llegaba mi entendimiento y la verdad no podía realmente interiorizar el hecho de que mis compañeras de colegio podrían teóricamente formar parte de un acto sexual.

Recuerdo que la única información de sexo en humanos a la que tuve acceso fue mediante algunas lecturas que tenía de niño, como “Las mil y una noches” y un libro biográfico sobre la vida de Alejandro Magno. Algunas partes de esas lecturas narraban escenas eróticas que no entendía del todo. Aún eran difusos para mí conceptos como virginidad, coito, excitación, orgasmo, homosexualidad, violación. Aún así, había algunas cosas que iban más allá de conceptos teóricos, realmente leer eso se sentía diferente y por algún motivo percibía que estaba haciendo algo malo y presentía que a mis papás no les resultaría muy cómodo que se enteraran de que estaba leyendo eso. Y aunque me resultara incómodo, disfrutaba esas lecturas, pues me hacían sentir algo nuevo y debo mencionar que recuerdo haber tenido alguna erección involuntaria de niño mientras leía, a pesar de que, en su momento, no entendía de qué se trataba.

Inseguridades

¿Cuánto valgo?

Eventualmente, crecí y pasé a secundaria. Las ideas de ser alguien mejor para tener la aprobación del resto me motivaron a hacer cosas como practicar varios deportes, tocar instrumentos, desarrollar mis conocimientos en diversos temas. Y, aunque no tenía la suficiente confianza para interactuar libremente con los demás de forma normal, inevitablemente terminé entablando interacciones con otras personas. Tuve algunos amigos, pero tenía un problema, aún conservaba esa forma de pensar de antes y me preguntaba constantemente a mí mismo:

“¿Valgo lo suficiente para los demás?”.

Qué valor tengo para mis amigos, para mis entrenadores, para mis profesores. Si bien esto fue de alguna manera útil como motivación para mi superación personal, no fue lo más saludable para mi confianza y seguridad, cosas bastante útiles en situaciones sociales. De alguna manera sentía que no tenía valor por mí mismo, que mi valor derivaba de las cosas que era capaz de hacer. Esto ocasionaba pensamientos como: “Si hago las cosas mal, es porque no valgo tanto”, “Si alguien hace las cosas mejor que yo, es porque vale más que yo”.

¿Puedo gustarle a alguien?

Y durante la secundaria (incluso antes) los chicos de mi edad ya comenzaban a tener pareja, a hacer cosas que sentía que yo no podía y yo me preguntaba “¿Realmente yo puedo gustarle a alguien?”. Nunca me había pasado hasta ese momento (o quizá no me di cuenta) y eso alimentaba algunas inseguridades. Pensaba: “Quizá no soy lo suficientemente genial como para atraer miradas”.

¿Y qué pasa con alguien que siente que no se merece gustarle a otras personas? ¿Qué control tenía para decidir qué hacer si llegaba a gustarle a alguien? ¿No era eso lo que yo buscaba: hallar a alguien que me otorgara algún valor?

Dentro mío realmente quería estar a la altura, pero con ese pensamiento que tenía las cosas rápidamente se tornaron en una competencia y perder esa competencia significaba vivir con la inseguridad de saber que valgo menos. Porque sentía que era mi responsabilidad ser alguien valioso, esa era mi parte. ¿Cómo podría valorarme alguien que hace las cosas mejor que yo? ¿Cómo podría quererme alguien si dejo de hacer las cosas bien? Es así que, entre esos pensamientos negativos, yo mismo llegué a la conclusión de que aún no tenía suficiente valor como para tener una relación de pareja.

¿Y si soy gay?

Durante esta etapa también pensaba bastante sobre la homosexualidad. Por algún motivo ser homosexual era un insulto en muchos de mis grupos de amigos y debo confesar que algunas de esas bromas me resultaban graciosas también y yo mismo las hacía. Sin embargo, las cosas cambiaron cuando fui yo quien recibía esos adjetivos (“gay”, “maricón”, “homosexual”, “cabro”) como insulto.

La verdad no era poco común que los chicos se molestaran con eso, por lo que no me hacía sentir mal, pero debo confesar que realmente me daba cierto miedo serlo, como si mi cerebro subconscientemente aceptó la idea de que ser homosexual era algo malo. Me daba miedo ser homosexual, pues sentía que no contaba con los recursos psicológicos suficientes para poder cargar con el peso de esa etiqueta. Ahora me da risa, pero en su momento realmente tenía cierto miedo cuando realizaba algunas cosas cotidianas con mi grupo de amigos, como bañarse en la misma ducha luego de nadar o recibir tocamientos ocasionales de broma.

Estos miedos persistieron por bastante tiempo, acompañados de pensamientos sobre el tema. Recién pude encontrar tranquilidad respecto a esto una vez que dejé de preocuparme por las etiquetas.

Contemplación

Yo soy así…

Con una actitud un tanto derrotista y después de haber pasado la mayor parte de mi vida sintiéndome incapaz de mantener una relación de pareja, mantenerme ajeno a alguna relación de pareja se fue incorporando paulatinamente en mi identidad, hasta que se hizo parte de mí, una característica propia.

¿Quién era Daniel Medina? Era deportista, pues practicaba deportes; era alguien tímido, pues apenas mantenía relaciones sociales; era alguien indiferente a tener relaciones de pareja; era alguien indiferente a la sexualidad, alguien “inocente”, alguien que nunca se había masturbado ni había tenido algún encuentro sexual. De alguna manera todo eso, entre otras cosas, se hizo parte de mí, era la forma en la que me miraba yo y la forma en la que percibía que me miraban los demás.

Con esa identidad definida, era fácil para mi adquirir un rol de espectador en temas sociales, incluyendo temas relacionados a tener pareja y relacionados a mi actividad sexual. Por ejemplo, recuerdo observar con algunos sentimientos de superioridad y/o inferioridad cómo otras personas de mi edad comenzaban a ir a fiestas, tener parejas, besarse, tener insinuaciones sexuales, ver pornografía, masturbarse. Me enteraba también que algunas personas de mi edad comenzaban a tener sexo, que chicas de mi edad se embarazaban, que algunas abortaban. Y yo con una actitud de inacción completa, pues al fin y al cabo yo no era así. Y surgió una idea importante en mí y en otras personas:

Daniel no es capaz de hacer eso.

Este pensamiento adquirió gran importancia posteriormente.

Pero igual me enamoro

El problema es que, a pesar de que tener alguna relación de pareja con alguien ya no formaba parte de mi identidad, igual me enamoraba. Aún me asombro de la indiferencia con la cual llevaba algunos de estos sentimientos, llegando a canalizar mi enamoramiento escribiendo poemas, canciones, entre otras cosas.

Pero no había nada de qué preocuparme, ¿o sí? Como algunos dicen, es mejor dejar que las cosas “fluyan” y tarde o temprano iba a llegar la persona indicada. Alguien que me acepte como soy: alguien dedicado al deporte sin tiempo alguno de tener interacciones sociales significativas, que rechaza el hecho de tener relaciones de pareja, que considera las reuniones sociales como una pérdida de tiempo, que prefiere más entrenar que conversar, que apenas contesta mensajes o llamadas, que se avergonzaría de que otras personas descubrieran que está en una relación con alguien, que se rehusaría a tomar a otra persona de la mano o de dar alguna muestra de cariño en público. Sí, probablemente sea una buena idea dejar que las cosas “fluyan” y que un día me aparezca delante alguien que confiese que me ama incondicionalmente y que es capaz de tolerar en silencio todo eso. (Sarcasmo, por si no se entendió).

Aceptación

¿Y ahora quién soy?

Y la etapa de contemplación dio lugar progresivamente a una etapa de aceptación y esto fue producto de grandes cambios en mi vida. Los primeros años de universidad no fueron diferentes, pero ciertos episodios causaron enormes cambios en mi forma de pensar y actuar. Poco a poco fui perdiendo algunas de las características que me definían, que me hacían “único”, que me hacían yo. Voy a narrar algunos de estos episodios.

Primera masturbación

Algo de lo que me había sentido orgulloso era de nunca haberme masturbado, me hacía sentir más “limpio” de alguna manera. Pero llegó un día una práctica en el curso de fisiología en la universidad (segundo año de universidad), en esta práctica se le pedía a los hombres que dieran una muestra de semen. En principio no quería, pero esa falsa sensación de sentir que hacerlo era mi obligación hizo que me autoconvenciera de que era lo mejor. La verdad es que realmente tenía mucha curiosidad y quería saber si era capaz de tener una eyaculación.

Estaba ya en segundo año de medicina humana, por lo que entendía bastante bien los fundamentos fisiológicos del proceso, pero no tenía ni idea de qué es lo que se debería sentir durante la masturbación, durante un orgasmo. Debo decir que fue una anécdota bastante cómica, no sabía cómo se hacía, qué debía hacer con mis manos, no tenía idea, recuerdo que no pude darme cuenta de que estaba sintiendo un orgasmo por lo que no pude controlarlo y terminé eyaculando en la pared de un baño de la universidad y recogiendo el semen de la pared para ponerlo en mi vasito.

Debo decir que en gran medida fue una experiencia traumática, tenía presión de tiempo, rompía muchos tabús personales que tenía e iba en contra del concepto que tenía de mí mismo. Recuerdo que después de eso tuve un gran sentimiento de culpa y vacío, así como muchas ganas de vomitar que persistieron todo el resto del día.

¿Ya no deportista?

Al término de mi segundo año de universidad se juntaron muchas cosas, algunas dificultades académicas ocasionadas por haber adelantado un curso grande, mi preparación para algunos campeonatos de natación importantes, la salida del club de alguno de mis entrenadores de natación, un problema de salud y algunos conflictos internos. Todo esto me llevó a tomar una de las decisiones que causaría, probablemente, el impacto más grande en mi vida hasta la fecha. Decidí dejar de practicar deporte (cosa que hacía toda mi vida y a nivel competitivo).

Esto y otras cosas más ocasionaron que me preguntara con mucha frecuencia: ¿sigo siendo yo?, ¿sigo siendo el mismo? Realmente sentía que gran parte de mi identidad se había destruido y me cuestionaba quién era ahora, qué es lo que me hace alguien especial, alguien auténtico.

Uno más

Por ese entonces no me sentía conforme conmigo mismo, sentía que había perdido algo inmenso y necesitaba llenar ese vacío que sentía con algo. Intenté reemplazar el deporte con el estudio, pero no era suficiente para calmar la falta de identidad que sentía.

Realmente era doloroso mirarme, darme cuenta y aceptar que me había convertido en “uno más del montón”. Un chico normal, un pajero más, un estudiante universitario cualquiera cuya única preocupación era aprobar los cursos. Antes era todo diferente, era todo tan “especial”.

En verdad fue un periodo muy difícil en mi vida, repleto de miedos e inseguridades, pero fue necesario. Se dice que la aceptación es el primer paso para el cambio y para mí fue como abrir los ojos de nuevo y volver a replantearme qué es lo que realmente quiero ser, quizá era momento de aceptar que es normal si en algún momento quiero tener pareja, si tengo deseos sexuales y así fue que terminó de romperse una más de las tantas cosas que habían conformado mi identidad en el pasado.

Se trata de sexo

Pero en ese punto de mi vida tenía realmente muchos conceptos erróneos sobre la sexualidad. Basta mencionar que no sabía que las mujeres también tenían deseos sexuales. Ya se pueden imaginar la cantidad de cosas raras y pensamientos anticuados que tenía en la cabeza por aquel entonces. Así fue que poco a poco fui aprendiendo algunas cosas y fui analizando las ideas que iba recogiendo, comprendiendo por mí mismo lo que eran las relaciones de pareja.

Finalmente, llegué a la conclusión de que las relaciones de pareja se tratan netamente de sexualidad, intimidad, o como quieran llamarlo. Es la sexualidad lo que realmente diferencia una relación de pareja (oficial o no oficial) de una amistad, ya sea con el objetivo de tener hijos o simplemente de tener placer sexual. Y con este placer sexual se incluye a besos, caricias, tocamientos, insinuaciones o relaciones sexuales. Al final, todo va por la misma línea.

Y a mí que se me complicaba incluso formar amistades, descubría por mí mismo que había algo complejo que no había explorado en absoluto, que apenas acababa de comprender. Como mencioné anteriormente, fue difícil para mí aceptar que también quería buscar placer sexual, especialmente porque crecí en un ambiente que indicaba que la sexualidad era cosa de personas casadas y durante toda mi vida había recibido adjetivos como “inocente”, “niño” y otros similares. Cómo iba a poder saber yo que darse un beso en la boca tenía relación con tener relaciones sexuales. Como es de esperar, no me sentía cómodo llegando a esas conclusiones y aceptando sus implicancias.

Persiguiendo la corriente

En busca de la normalidad

Cuando acepté que era realmente uno más, realmente me tomé en serio querer ser incluso más “normal”. Así comenzó una progresiva persecución de mi “normalidad”, teniendo la mentalidad de estar atrasado socialmente en comparación a la mayoría de personas de mi edad. Mi objetivo era “ponerme al día”.

Es divertido para mí recordar ideas tuve y acciones que hice respecto a esto, recuerdo que solía masturbarme y ver pornografía (ya sin culpa) con la sola idea de ser “más normal”. Fue un periodo divertido de inmadurez, como una pubertad psicológica tardía. Quería encajar, quería igualar mi aprendizaje social al grupo, quería poder “estar en la misma página”.

Si las personas “normales” son capaces de hacerlo, yo que también soy normal por qué no podría.

Pandemia – etapa pre-vacuna

Y entonces llegó la pandemia, muchos planes cancelados, muchos objetivos nuevos. Me vino bastante mal para mi desarrollo social y no pude hacer muchas cosas. Estaba más solo, ya no necesitaba realmente interactuar con otras personas, eso sumado a mi mala capacidad de poder mantener conversaciones por mensajes o llamadas ocasionó que realmente pasara menos tiempo con los demás y más tiempo conmigo. Lo curioso era que me sentía mejor así.

Ocupé mi tiempo en estudiar, retomar la actividad física, crear un canal de YouTube, crear una página web, realizar investigación, leer, aprender cosas nuevas. Realmente la pasé bien, para mi sorpresa y también para mi disgusto. Se supone que la interacción social es aquello que anhelaba, algo que me debería hacer sentir mejor.

Es que la interacción social representa un riesgo, al interactuar con personas nuevas uno corre el riesgo de extrañar, de querer, de ser maltratado, de enamorarse, de pensar. Para uno que tiene tantas preguntas, salir al mundo es abrumarse con más preguntas, con más dudas. La pandemia fue la excusa perfecta para ir a mi ritmo, una pausa a mi intento de andar persiguiendo la corriente.

Pandemia – etapa post-vacuna

Las vacunas cambiaron el juego. Terminaron con mi válida excusa para recluirme en casa alejado de los demás evitando interacciones sociales. Entonces, progresivamente se presentaron nuevas oportunidades de poder volver a salir al mundo y con ello retomé mi persecución de mi “normalidad”.

Así fue que busqué por diferentes medios tener más amigos, ser más extrovertido, asistir a más reuniones, salir a más fiestas, conocer a más personas, escuchar reggaetón, bailar, tener citas, leer y estudiar sobre temas al respecto. Fue realmente una etapa muy divertida para mí y me animé a hacer cosas que jamás hubiera pensado que era capaz de hacer (como usar Tinder para conseguir citas).

Considero que en ese tiempo aprendí mucho y me sirvió para poder desarrollarme socialmente incluso fuera del contexto de relaciones de pareja. Pero aún sentía (y sigo sintiendo) que me faltaba muchísimo por aprender. Por ejemplo, descubrí recientemente que la mayoría de personas de mi edad ya ha tenido sexo alguna vez y la verdad es que siento que jamás he tenido realmente la oportunidad de tener relaciones sexuales, principalmente porque jamás me había planteado que sería algo apropiado para alguien de mi edad.

La normalidad sexual

Entonces comencé a preguntarme si es lo normal ya haber tenido sexo. Si es así, ¿debería tener sexo también? Lógicamente, es evidente que tener la mentalidad de tener sexo como un medio para ser “normal” no es ni razonable ni normal.

Además, tener relaciones sexuales no solo se trata de mí, se trata de otras personas también, personas que también tienen dudas como yo, diferentes ideas, diferentes sentimientos y expectativas. Realmente no quiero pisotear a los demás para alcanzar aquello que considero que me beneficia. Aunque tampoco es algo que haya podido decidir hasta la fecha, aún no he estado en alguna situación en la que haya optado por no tener relaciones sexuales.

Dicen que tener relaciones sexuales es una de las experiencias más placenteras que puede experimentar una persona, dicen que tener relaciones sexuales puede ser una experiencia vacía. La verdad no tengo idea y quizá por eso es que para mí el sexo es algo misterioso, algo casi místico. En mi mente es algo que tiene mucho valor. Y quizá por eso sea que por motivos probablemente poco racionales y anticuados sienta que es importante ser el primero, recibir lo que soy capaz de ofrecer, me gustaría encontrar a alguien con quien aprender y descubrir juntos de qué se trata. Aunque también cuestiono por qué me siento así, por qué le doy esa importancia, me gustaría que no fuera así. Si alguien quiere a otra persona, debería sentirse feliz de que esta otra persona pase un momento placentero, pero por algún motivo con el sexo es diferente, aunque ese podría ser un tema para otro escrito.

Masturbación y pornografía

Pero no he brindado detalles de lo que pasó con la masturbación desde que narré mi primera experiencia. Como mencioné, mi primera vez no fue grata, por ese motivo no continué masturbándome días después de aquella ocasión. Por un lado, recordaba lo mal que lo pasé, pero por otro lado me daba curiosidad saber que sí era capaz de tener un orgasmo, una eyaculación, y quería descubrir más cosas de mí mismo. Además, eyaculé en cuestión de segundos, me preocupaba también ser precoz.

Después de varios días me masturbé y eyaculé nuevamente, sin necesidad de ver pornografía, ni de alguna foto, ni de tener algún pensamiento erótico, simplemente lo hice realizando el movimiento de masturbación. Realmente eyaculaba en muy poco tiempo y no estaba seguro si eso era normal o no (a lo mejor solo estaba “aguantado”) y la verdad no me importaba, a partir de ahí simplemente lo hacía por curiosidad, intentando comprender en qué consistía masturbarse. Posteriormente, comencé a usar mi imaginación, luego fotos normales, luego nudes, luego videos. Con eso, mi frecuencia de masturbación fue aumentando, pasando de ser ocasional (menos de una vez por semana) a ser casi diaria y el tiempo que tardaba en eyacular también fue aumentando.

Inicios con la pornografía

Al comienzo intentaba evitar ver pornografía, por diversos motivos, pero finalmente terminé usándola simplemente porque todos lo hacían, porque era lo “normal”. Además, muchas personas que admiraba también lo hacían e incluso extraían experiencias interesantes de esto, como lo narrado por uno de mis amigos (y persona que admiro mucho) en su libro “El colector de orgasmos“. Durante esta etapa comencé a descubrir algunas cosas de las que no tenía ni idea, de cosas que se pueden hacer durante el sexo y de lo raras que pueden ser las cosas que causan excitación sexual en algunas personas. Descubría cosas que no sabía de mí mismo, como las cualidades físicas que prefería, cosas que me causaban excitación y otras cosas más. Por ejemplo, descubrí que me atraen sexualmente las mujeres y que tengo una extraña atracción por las sonrisas. También descubrí qué factores hacían que demorara más o menos en eyacular y muchas otras cosas.

Usos alternativos

Lo que pasó después es que, pasado cierto tiempo, comencé a perder ese interés inicial de descubrir cosas nuevas y sentía que la masturbación ya no me servía para fines de aprendizaje, simplemente la realizaba por el placer que me generaba. Es en ese momento cuando las cosas comenzaron a trastornarse un poco, al intentar darle usos a la masturbación que antes no tenía.

Como mencioné, en esta etapa de mi vida realmente quería ser alguien “normal”, pero mi vida amorosa no salía de la forma que quería. Muchas cosas no me salían bien y usaba la masturbación como forma de lidiar con la frustración causada por no poder concretar algunas cosas que quería. En lugar de enfrentar mis problemas para encontrar pareja o lo que sea, me resultaba más fácil simplemente minimizar el valor que tenían las otras personas para mí, el valor que tenía una mujer para mí. La pornografía me brindaba eso, me mostraba que el amor y la sexualidad era algo carente de significado, que no importaba mucho, algo a lo que no debería prestarle atención. Lo peor era que, en gran medida, me funcionaba.

Es así que, posteriormente, comencé a considerar la posibilidad de simplemente prescindir de relaciones románticas, de compartir un acto sexual con alguna otra persona. Si era placer lo que quería, pues ya lo tenía. Llegó a significar para mí simplemente como una actividad más en mi día, una experiencia banal carente de significado. Es más, era un medio que tenía para poder tener una diversión muy intensa en un corto periodo de tiempo, perfecto para alguien que anda corto con el tiempo (diría que hasta deseaba ser precoz en esas situaciones).

Dejando la pornografía

Intenté varias veces dejar de masturbarme y dejar la pornografía, aunque los motivos que tenía no eran muy profundos. Por ejemplo, uno de los motivos principales era que consideraba que podría tratarse de una adicción; sin embargo, realmente no era algo que afectara mi vida de forma tangible, ya que no gastaba recursos económicos e incluso se podría decir que era un ahorro de tiempo (la masturbación satisfacía mis ganas de esparcimiento de forma más eficiente que videojuegos, películas o redes sociales). Así que continué simplemente porque no lograba tener una motivación clara para detenerme.

Sin embargo, después de un tiempo sí dejé de ver pornografía (algo que continúo no haciendo hasta la fecha). Lo que hizo que dejara de ver pornografía fue considerar que podría ser una fuente de inseguridades para mí en el futuro y una causa de expectativas poco realistas de los cuerpos de otras personas. Actualmente no veo pornografía desde hace tiempo.

En cuanto a la masturbación, las cosas son un tanto diferentes. No usar pornografía de por sí disminuyó mi capacidad de masturbarme de forma tan controlada (a veces simplemente no estoy excitado) y con ello disminuyó mi frecuencia de masturbación. Además, tener deseo sexual es un fuerte impulsor de buscar pareja y biológicamente tiene sentido. Por este motivo, intento no masturbarme. Aunque debo decir que mis motivaciones aún no son lo suficientemente fuertes como para dejar de hacerlo por completo y aún lo hago ocasionalmente.

Sin viento ni marea

No todo es malo

¿Y cómo me encuentro en la actualidad? Todavía sigo aprendiendo muchas cosas relacionadas a relaciones interpersonales, amor y sexualidad. Estoy en un proceso de aceptar que no estoy “al día” en algunos aspectos, pero sí lo estoy en otros. También debo reconocer que, a pesar de no haber podido aprender algunas cosas en su momento, realmente no estoy en una mala situación, incluso es posible que alguna persona quisiera estar en mi situación actual. Pues, en realidad, así como tengo desventajas, también tengo algunas ventajas, si me comparo conmigo mismo en otras etapas de mi vida.

Siendo quien quiero ser

Muchas de las cosas que pasé durante los últimos años me han permitido tomar las riendas de mi aprendizaje y formación. La pérdida de identidad que tuve en algún momento me dejó como un lienzo en blanco, listo para que yo mismo decida quién quiero ser. Haber pasado por un periodo de tiempo en el que sentía que no contaba con una identidad definida me permitió darme cuenta de que, en gran medida, no había decidido quién era.

Lo que sucede es que me di cuenta que terminé siendo aquello que se me permitió ser y no lo que realmente me gustaría ser. Yo era tímido y tenía muchas inseguridades producto de algunos factores como abuso psicológico y físico durante mi etapa escolar. Ser tímido no es una característica que elegí o que es propia de mí, es algo que se presentó de forma circunstancial y terminó incorporándose en mí. Entonces pensé “¿Realmente está bien quedarme de brazos cruzados y conformarme con ser así?” .

Actualmente, en distintos aspectos de mi vida, incluyendo mi vida amorosa y mi sexualidad, me encuentro en un proceso en el que quiero probar cosas nuevas. Debo decir que no todo es genial, muchas veces me fuerzo a hacer cosas que no quiero hacer, porque realmente salir de la zona de confort puede ser incómodo e incluso doloroso, pero lo hago de todas formas porque considero que es lo mejor.

Puedo decir que darme la oportunidad de ser alguien diferente me ha permitido poder realmente elegir (al menos un poco) quién quiero ser. Volverme relativamente sociable y extrovertido me permitió poder decidir si quiero ser así o si prefiero seguir siendo introvertido. Resulta que ahora soy extrovertido, pues es lo que prefiero. Lo mismo con muchísimas otras cosas: descubrí que me gusta salir a fiestas, que me gusta bailar, que hay personas que consideran que tengo cosas interesantes que contar, que prefiero ser honesto.

Ventajas del retrasado

Aún así, realmente hay muchísimas cosas que no he experimentado. Sé que a mi edad muchos han tenido ya varias experiencias amorosas y sexuales y, quizá, si hubiera hecho las cosas diferentes, también estaría en la misma situación. Ahora, a pesar de que sienta que sería conveniente contar con estas experiencias, considero que actualmente tengo recursos que antes no tenía para lidiar con los riesgos que van de la mano a esto.

Las relaciones sexuales conllevan múltiples riesgos: enfermedades, embarazos no deseados, traumas psicológicos, conflictos morales, entre otros. Actualmente sé, por poner algunos ejemplos, que usar preservativo durante el coito es útil para prevenir enfermedades de transmisión sexual, pero no es un método anticonceptivo muy eficaz; sé que la pastilla del día siguiente se puede tomar antes del encuentro sexual; y mucha información adicional, así como recursos psicológicos más sólidos para afrontar situaciones problemáticas. Esto no significa que no pueda cometer errores o salir lastimado, pero estoy seguro que disminuye las posibilidades (en comparación a mí mismo años atrás).

Además, estar “retrasado” respecto al resto significa que en muchos casos no puedo “fluir” simplemente. Las cosas fluyen cuando las personas han pasado por experiencias similares y entienden cómo funcionan las cosas. En mi caso no entiendo nada y soy yo quien debe tomar activamente decisiones que me lleven al lugar en el que quiero estar. Esto me gusta, tener algo de control en mi desarrollo personal y social.

Algunos cambios

Sin etiquetas

“Daniel no es capaz de hacer eso”.

Esa idea mencionada párrafos atrás me trajo muchas inseguridades. En realidad todos somos capaces de hacer cosas muy buenas y también cosas muy malas. Y yo no soy la excepción. Soy capaz de ser bueno y ser cruel, ser honesto y mentir, herir y curar. Soy yo quien activamente tomo la decisión consciente de cómo actuar.

Agrupar a las personas en categorías definidas sería una simplificación absurda, no se trata de eso ni de poner etiquetas. Yo no estoy en la categoría de “deportista”, “introvertido”, “estudioso”, “fiestero”, sino activamente decido qué quiero ser a cada momento con cada decisión que tomo, hoy puedo ser extrovertido y mañana introvertido, puedo ser gentil con una persona y cruel con otra.

Una persona no es realmente buena por ser incapaz de hacer el mal, sino por decidir no hacerlo.

Durante mi vida he sentido diversas inseguridades producto de preguntarme a mí mismo a qué categoría pertenezco, preocupado por no salirme de los límites de mis etiquetas, como un prisionero de mis adjetivos. Pero ahora realmente creo que no tiene sentido, uno tiene más libertad cuando no se preocupa por su pertenencia a algún grupo. Incluso, creo que uno no puede afirmar tener ciertas características si realmente no las ha puesto a prueba.

¿Soy bueno porque he decidido serlo o porque no he tenido la oportunidad de ser malo?

Y mi pensamiento actual es justamente ese, descubrir qué características prefiero y demostrarme a mí mismo que realmente soy capaz de sostener aquello que creo que es mejor dentro de mi sistema moral.

Esto, para mi vida amorosa o sexual significa dejar de importarme permanecer sujeto a etiquetas como “inocente”, “chico bueno” o lo que sea. Tengo la libertad de ser lo que considere mejor para mí, sin importar que vaya en contra de lo que los demás consideran normal para mí.

Vulnerable

Como pude contar, durante la mayor parte de mi vida me la pasé buscando hacer las cosas mejor para tener algún valor para los demás. Eso hacía que siempre me sintiera inconforme, pero de la mano de la inconformidad vino la inseguridad. Y tenía mucha inseguridad en mi capacidad de hacer las cosas.

Esa inseguridad me llevaba a ocultar mis errores, evitar mostrar mis fallos, intentar que los demás no sintieran vergüenza ajena al ver lo que hago. Me avergonzaba no saber algunas cosas, tener que entrenar, practicar y estudiar para hacer las cosas bien, que se dieran cuenta de que no todo me salía bien naturalmente. Realmente no quería que las demás personas se dieran cuenta de que tengo más errores que virtudes. Así pasé la mayor parte de mi vida, hasta que, producto de cosas que fueron pasando, poco a poco me fui sintiendo más cómodo de mostrar mi vulnerabilidad.

Mostrar vulnerabilidad significa ser honesto con uno mismo y con los demás, significa para mí mostrar como realmente soy, exponerme a las críticas, al rechazo. Pero también significa tener la seguridad de terminar haciendo las cosas de la forma que quiero y rodeado de personas que realmente me acepten como genuinamente soy. De alguna manera, esto me ayudó a comprender que, en gran medida, importa más ser auténtico que ser “mejor” y con esto me quité un poco la presión de tener que hacer las cosas bien para tener seguridad en mí mismo, esto ayudó también a apreciar más las cosas que me hacen auténtico, incluso si estas cosas pueden ser consideradas como defectos o fracasos.

Debo decir que aún no tengo toda la confianza en mí mismo que me gustaría. Aún me encuentro en ese proceso, intentando decir “no sé” sin sentirme culpable, a aceptar e incluso agradecer un sincero rechazo, a no sufrir por el desprecio de alguna persona, compartir mis miedos con otras personas y ser más libre de vivir a mi manera.

Buscando sexo

Yo aún no he tenido relaciones sexuales y la mayoría de personas de mi edad que conozco sí. Este no es un problema por sí mismo, lógicamente ir a un prostíbulo a perder la virginidad no soluciona nada. La forma en la que lo veo es simplemente como un indicador de que hay partes de mi vida que aún no he terminado de desarrollar y creo que es adecuado trabajarlas de forma progresiva:

  • Ser más sociable.
  • Conocer a más personas.
  • Ser más abierto con mis sentimientos y experiencias.
  • Perder algunos miedos.
  • Crear lazos sentimentales con más personas.
  • Aprender a tener citas.
  • Aprender a tener contacto físico y aprender a coquetear.

Además, soy libre de hacer las cosas a mi manera y también es posible que realmente no quiera tener relación sexuales ahora. Aún así, hacer todo esto es importante para mí de todas formas, pues para afirmar esto con seguridad quiero estar seguro de que soy realmente capaz de tener relaciones sexuales. Recordar que mi forma de pensar actual es formar lo que soy en base a decisiones voluntarias y no a mi incapacidad o las circunstancias.

Restos del pasado

Aún tengo muchos problemas no superados derivados de etapas de mi vida anteriores. Aún tengo cierto rechazo por realizar algunas expresiones de sexualidad porque considero que no va con mi forma de ser, aún intento hacer las cosas mejor para ser más atractivo, aún tomo muchas veces una actitud pasiva respecto a las relaciones dejando que las cosas “fluyan”, aún suelo inquietarme en algunas ocasiones pensando en quién soy realmente, aún busco ser más “normal” en algunos aspectos y aún me cuesta ser completamente honesto conmigo y con los demás.

Aún tengo miedo.

“Courage is not the absence of fear, rather the judgement that something else is more important than fear”.

Ambrose Redmoon

Pero debo decir que realmente me emociona aprender y hablar sobre estos temas. A veces pienso que hubiera sido mejor que las cosas hubieran sido diferentes, pero quizá hubiese terminado siendo menos auténtico, siendo menos yo, menos Daniel Medina.

Consecuencias

Ser honesto y mostrar mi vulnerabilidad con esta historia tiene consecuencias. Es posible que algunos encuentren todo esto muy raro y muy poco propio de mí, es posible que esté simplemente equivocado en algunas cosas. Posiblemente, incluso, yo mismo encuentre todo esto muy raro y muy poco propio de mí en el futuro y yo mismo sea el que esté en desacuerdo con las cosas que menciono ahora. Pero todo esto es parte del riesgo que conlleva vivir, compartir cosas, opinar.

Esta es una historia sin final y continuará con mi vida día a día. Espero que me vaya bien, me deseo mucha suerte, y espero que encuentre la mejor manera de hacer lo correcto.

Mi trabajo es mostrar cómo soy, agradarle a los demás no es mi trabajo.

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