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Mi vida de fiestero

Ya se cumplen más de dos meses desde que comencé a salir con bastante frecuencia. Desde el día de mi cumpleaños (9 de abril) hasta el día de ayer (11 de junio) he salido a un ritmo de dos veces por semana. Creo que con decir que falté a bastantes clases virtuales y que salí de fiesta un miércoles en semana de exámenes antes del examen de medicina legal es suficiente para que se entienda que realmente salía mucho. Y algo curioso es que durante mi vida nunca he salido mucho a fiestas, por lo que todo esto fue algo completamente nuevo para mí. ¿El motivo de este cambio? Pues llegó un punto en mi vida en el que tuve la idea de cuestionarme y reformular algunas cosas que constituían mi identidad. Este pensamiento y la historia detrás pueden encontrarse en este otro post que escribí hace no mucho tiempo.

Durante estos dos meses he aprendido muchas cosas y aún siento que me quedan muchas cosas más por aprender; sin embargo, hoy tengo ganas de contar mi historia, mi perspectiva sobre algunas cosas y sobre el aprendizaje que tuve hasta el momento. Por fines narrativos, utilizaré distintas categorías de lo que para mí constituye mi experiencia con las fiestas.

Baile

Bailando “bien”

Nunca me gustaron las fiestas, recuerdo que mi mamá me obligaba a ir porque siempre sentía cierta preocupación de que no fuera alguien “normal” y realmente quería que pueda desarrollarme mejor socialmente. Recuerdo que se alegraba mucho cuando salía y no me dejaba regresar a casa temprano, aunque se lo pidiera. Es que realmente no me gustaba casi nada de las fiestas: sociabilizar (era muy tímido), tomar alcohol y bailar.

Las pocas cosas que me gustaban de las fiestas estaban bailando o besándose con alguien más.

Que no me gustara bailar en fiestas se me hacía raro a mí y a mi mamá también, al fin y al cabo, a mí sí me gustaba bailar fuera de fiestas. Practicaba marinera de niño, siempre participaba en los concursos de bailes entre promociones del colegio y era alguien bastante musical. Pero con las fiestas era diferente, no sabía las canciones, menos los pasos, menos las letras, y sentir que no podía bailar bien me frustraba y no me permitía pasarlo bien.

Y esto no solo se limitaba a fiestas con gente de mi edad, sino también a fiestas en reuniones familiares. Mi abuelita adora bailar y siempre ha tenido esa mala costumbre de sacarme a bailar. Ahí tampoco la pasaba bien. Ponía mala cara (para risa de mis familiares) y aprovechaba cualquier excusa para dejar de bailar e irme a algún otro lado.

Baile social

Odiaba lo que hacía mi abuelita, lo hacía desde que era niño y lo seguía odiando incluso estando ya en secundaria. Simplemente odiaba bailar en cualquier fiesta y me gustaba menos cuando era obligado a hacerlo. Pero fue gracias a ella, mi abuelita, que descubrí otra perspectiva de lo que era el baile que lo cambió todo.

Después de haber ido ya a algunas fiestas y bailar en varias ocasiones principalmente por compromiso, terminé en una fiesta con la familia y mi abuelita no tenía nadie con quién bailar. Sabía que sacarla a bailar iba a hacerla feliz, aunque yo no la pasara bien. Entonces, tomé aire, fingí una sonrisa, me acerqué caminando al ritmo de la música, estiré mi mano y le dije “Bailemos”.

Y al bailar, la sonrisa falsa se volvió sincera por empatía. Ver a mi abuelita feliz me alegró sinceramente y eso lo cambió todo.

Antes, para mí, bailar se trataba de demostrar algo y hacerlo bien significaba realizar los pasos correctamente, hacer los movimientos de la mejor manera posible. Quizá por eso no funcionaba en fiestas. Bailar socialmente se trata más de actitud que de aptitudes físicas o artísticas.

Así que, finalmente, comencé a darle mi propio significado a bailar. Intentar hacer lo que hice con mi abuelita con otras personas fue mi motivación para darle una nueva oportunidad al baile. Bailar se convirtió en una forma de alegrar a los demás y, consecuentemente, alegrarme yo. Este sería el mecanismo:

Bailar → alegría para los demás → alegría para mí.

Yo no bailo por ellos, bailo por mí, pero su alegría es un paso necesario para alegrarme yo.

No es el acto de bailar lo que me hace feliz, sino ver a personas pasando un momento agradable.

Hoy en día me gusta bailar socialmente, me gusta ir a fiestas a bailar y me encanta la idea de pasar toda una noche haciendo pasos raros con una sonrisa en el rostro al ritmo de canciones que usualmente no conozco (aunque de tanto salir ya me sé una que otra).

Besos y sexualidad

Aunque el baile no solo es eso, también puede ser una expresión de sexualidad en muchos aspectos. Bailar pegadito brinda cierta gratificación sexual. Además, de los bailes a los besos muchas veces no hay mucha distancia.

Y hablando de sexualidad: ¿cuánto vale un beso o cuánto vale el sexo? Para algunos mucho, para otros poco. Pero aquel que les da más valor tiene más posibilidades de sufrir.

De alguna manera, el que no le da importancia impone que sea así.

No digo que esté mal, pero es algo difícil para aquellos que sí les dan importancia. Besarte con tres personas en una fiesta puede que no represente nada para una persona y esa persona es libre de hacerlo y de pensar de ese modo. Entonces, aquel a quien sí le importa no puede hacer nada más que guardarse el dolor en el pecho y seguir adelante, a veces deseando que esas cosas le dejaran de importar en algún momento e incluso actuando para conseguir ese grado de insensibilidad respecto a esos actos relacionados a la sexualidad.

Sexualidad vs. amor

Pero muy en el fondo todos (o casi todos) sabemos y sentimos que la sexualidad tiene algo más que solo diversión, algo más que solo pasar un buen rato. Me explico.

Cuando alguien quiere a otra persona le desea lo mejor y se alegra cuando esta pasa por momentos agradables y placenteros, incluso si es con otras personas. Cuando quieres a alguien te alegras si le va bien en un examen, si ganó una rifa, si va a jugar fútbol con sus amigos, si pasa un viaje increíble con su familia. Alegrarte de su alegría es algo que constituye el querer o amar a otra persona, pero por algún motivo el tema de la sexualidad es diferente.

Es probable que la mayoría de personas leyendo esto considere que es incorrecto que una persona que esté en una relación de pareja se bese o tenga relaciones sexuales con otra persona. Sin embargo, ¿no debería una persona alegrarse por la alegría de otro? ¿Alegrarse de que esta persona esté pasando momentos placenteros, aunque sea con alguien más? Por algún motivo con el tema de la sexualidad es diferente.

Quizá en el fondo uno siente miedo de que surja amor a partir de un beso, de una caricia, del acto sexual. Quizá en el fondo uno siente que durante esos actos uno puede llegar a amar.

Alcohol

Se sabe que el alcohol y las fiestas van generalmente de la mano, el alcohol se ha convertido en una droga con gran aceptación social. A pesar de esto y de que haya salido ya muchas veces aún no termino de acostumbrarme. No termino de entender la necesidad de su consumo ni me acostumbro a observar algunas transformaciones luego de unos tragos.

En gran medida no comprendo a las personas que están borrachas, tal vez porque nunca haya estado borracho yo. Tengo muchas dudas respecto a esto. ¿Cómo saber si lo que dicen o hacen es sincero?, ¿acaso no refleja una falta de sinceridad el hecho de que necesiten alcohol para decir o hacer algunas cosas? Si estando sobrio no lo harían, quizá sea porque realmente no son así. ¿Es correcto besar a alguien que está borracho?, se trata de una persona que no está en todas sus facultades y quizá tener algún tipo de acercamiento sea una forma de aprovecharse de esa situación. ¿Cuánto control tienen de sí mismos?

Me dan miedo las personas borrachas, no tanto por lo que puedan hacerme, sino por lo que pueden permitir que se les haga.

Sentimientos y hacer lo correcto

Y con alcohol o sin alcohol, es difícil hacer lo correcto y, lamentablemente, no solo basta con buenas intenciones, pensar bien las cosas es necesario.

Imaginen este escenario (y es posible que incluso lo hayan vivido):

Un chico llega a una fiesta con algunas amigas y las hace tomar alcohol, insiste en darles más y más trago. Entonces, una chica se pone mal, está ebria y se pone a vomitar, no se siente bien. Luego, el chico se preocupa y se dice “yo soy un caballero”, se acerca a ella y la acompaña, le da su abrigo, la abraza y le dice que no se preocupe, que él la va a cuidar, le pide un taxi y la acompaña hasta que se va con su grupo de amigas. La chica se siente protegida, le da un abrazo y le dice que es una buena persona. El chico se dice a sí mismo “Qué buena persona que soy”, la chica se va diciendo “Qué caballero”.

¿Pero quién fue el que la puso en esa situación? ¿Acaso no fue ese mismo chico? ¿Ese chico está haciendo realmente una acción correcta? ¿Y qué tal si todo ese acto de “caballerosidad” actúa como un refuerzo positivo para esa conducta de consumir alcohol en cantidades inadecuadas? Tal vez la chica asocie el emborrachamiento a encontrar a algún “caballero” que le brinde algún momento artificial de cariño, tal vez asocie el consumir alcohol a esos cálidos momentos. Entonces, el chico estaría haciendo algo incorrecto, ¿no es así?

Hacer lo correcto no es fácil, no solo se trata de buenas intenciones. Hacer lo correcto a veces es lastimar o incomodar en el corto plazo: rechazar un trago, rechazar un beso, ser honesto. El tema es que los momentos incómodos y tristes son importantes también, son los que enseñan más, son aquellos que te hacen pensar, aquellos que te inspiran a escribir un post hablando sobre los pensamientos de uno. Sufrir a corto plazo puede aliviar sufrimientos mayores a largo plazo, pero es necesario pensar más allá para darse cuenta.

Estoy seguro de que he hecho muchísimas cosas incorrectas ahora último saliendo a fiestas producto de mi incapacidad de distinguir lo correcto de lo incorrecto y de sostener aquello que creo que es correcto. Me gustaría tener un reloj con una brújula moral incorporada que haga un sonidito que me informe que voy a hacer algo incorrecto, para evitar hacerlo en ese momento.

Actualmente, mi brújula moral en situaciones sociales es simplemente ser honesto y ser empático.

Inseguridades

Pero reconozco que no soy completamente honesto y empático. Me da temor y cierta inseguridad no tener la capacidad suficiente de hacer lo correcto en la medida de mis posibilidades. Yo quiero actuar de acuerdo a lo que considero adecuado, pero también reconozco que soy bastante débil y frágil, y aún no soy capaz de sostener mis ideales en todas las ocasiones. Sé que buscar hacer lo correcto significa ganarse el aprecio de algunas personas, pero también el odio de otras.

To be truly positive in the eyes of some, you have to risk appearing negative in the eyes of others.

Criss Jami, Killosophy

He hecho cosas malas, pero sé que por ahí también he hecho cosas buenas. He tenido la oportunidad de no hacer lo incorrecto también y me he demostrado a mí mismo que puedo hacer cosas buenas. Recordando un frase que usé en otro escrito:

Una persona no es realmente buena por ser incapaz de hacer el mal, sino por decidir no hacerlo.

Sociabilización

Otro tema importante de lo que pude aprender en las fiestas es el de la sociabilización. En las fiestas se conoce a mucha gente y también uno se reencuentra con personas que no vio hace mucho tiempo, uno genera vínculos y puede conseguir amistades. Hay muchas cosas buenas de las fiestas, incluso escuché a alguna persona considerar a las fiestas como una inversión de tiempo.

Aún así, lógicamente, no se puede conocer a todos en las fiestas. Por ejemplo, no hubieran podido conocerme a mí en fiestas hasta hace unos pocos meses. Además, no es el ambiente más adecuado para hablar y para hacer que las personas se conozcan realmente entre sí. Sumado a esto hay otras complejidades adicionales, algunas de ellas ya mencionadas anteriormente, como el tema del consumo de alcohol. Sin embargo, no hay duda de que se conoce a gente y esto es, en gran medida, positivo.

Futuro

Entonces, ¿realmente vale la pena? Es difícil de determinar, ir a fiestas requiere bastante tiempo, tanto en la preparación antes de la fiesta como las consecuencias posteriores (cansancio al día siguiente). Para mí significa sacrificar muchas cosas, ya que considero que tengo días bastante productivos. Así que, sin duda hay algunas cosas que he estado sacrificando o descuidando producto de ir a tantas fiestas, como mi sueño y mi canal de YouTube.

Mi objetivo fue aprender rápido y lo he conseguido, me he divertido mucho en el proceso y también he pasado por momentos dolorosos. Dentro de todo, gané mucha confianza y pude corroborar que soy emocionalmente más fuerte de lo que pensaba.

Ahora, estoy pensando en qué hacer, tengo la idea de bajarle el ritmo a mis salidas un poco, en parte porque estoy haciendo una transición a una nueva etapa de mi vida en la que quiero aprender otras cosas también. Aún no tengo nada decidido, pero sin duda me siento agradecido por haber tenido la oportunidad hasta ahora de haber aprendido muchas cosas y me siento agradecido también por todas las personas que me han acompañado en algún momento durante mi camino.

NOTA: quiero mencionar que estoy aún en mi proceso de aprendizaje, todavía no tengo mucha experiencia y hay cosas que no comprendo del todo. Es posible (incluso probable) que en el futuro piense diferente y que esté en contra de muchas cosas de las que menciono en este post; sin embargo, compartir lo que pienso ahora es algo que quiero hacer.