Es raro que una de mis características es ser bastante tranquilo, bastante equilibrado emocionalmente. O al menos esa es la percepción que muchas otras personas tienen de mí. Y, aún así, durante mi vida he tenido muchos tics nerviosos.
Mis primeros tics
No recuerdo cuál fue mi primer tic. Probablemente haya sido meterme el dedo a la nariz, aunque es posible que haya tenido algunos otros tics antes que no recuerdo. Era común para mí desarrollar tics nuevos mientras controlaba tics antiguos, pero no recuerdo haber tenido alguna etapa libre de tics nerviosos.
Sin mucha atención
Y, en realidad, jamás recibí algún tipo de tratamiento psiquiátrico o psicológico para esto. Mis padres le dieron especial atención y, probablemente por eso, yo tampoco le di especial atención a este tema.
Supongo que en parte fue porque mis tics quedaron opacados por los tics de mi hermano, los cuales eran mucho más notorios (y elaborados) que los míos. Mientras que yo desarrollaba tics, como hacer crujir mis articulaciones, encontrando cada vez más formas elaboradas de conseguirlo en diferentes partes del cuerpo (dedos de manos y pies, tobillos, rodillas, espalda, cuello); mi hermano desarrollaba tics como movimientos faciales, tener que realizar cosas complejas con papeles, entre otras.
¿Problemas?
Durante mi vida no he sentido haber tenido muchos problemas con esto. Realizar movimientos o comportamientos repetitivos de forma involuntaria no ha sido realmente un impedimento en mi desarrollo ni me ha causado algún tipo de estrés emocional, hasta ahora.
De alguna manera, incluso, los tics se incorporaron en mí y, tal vez, me brindaron cierto alivio psicológico. Realmente no tenía una motivación profunda para intentar corregirlos.
Legado familiar
En algún punto durante mis años universitarios desarrollé un tic nuevo, uno un poco más raro, arrancarme los pelitos de la barbilla. Estudiando psiquiatria descubrí que tenía un nombre específico: “tricotilomanía”. Al igual que mis tics anteriores, no le hice mucho caso.
Tener un tic es algo que simplemente me nace. Mientras pienso en alguna cosa o simplemente sin pensar en nada específico, como cuando miro la pared o algún reloj con la mente apagada, sin notarlo ya estoy realizando algún tic. Y eso sucedió una vez mientras estaba en la casa de mis abuelitos por parte materna. En esa ocasión, fue mi abuelita materna la que se fijó en lo que hacía y comenzó a reírse. Me dijo que su hermano (que ya falleció) hacía lo mismo y que uno de sus sobrinos le heredó esa manía. Me contó entre risas cómo en uno de sus cumpleaños sus amigos le regalaron una pinza, como broma por ese tic. Lo curioso es que yo no conocía esa historia, jamás había visto a nadie hacer algo así, simplemente fue para mí un tic más, que surgió de repente.
Consecuencias
El tema es que este tic, a diferencia de los otros, sí tuvo algunos efectos secundarios. Destaco dos: no poder hacerme crecer una barba, algunas lesiones en la piel de la barbilla (cuando calculo mal y pellizco la piel o cuando intento sacar algún pelo encarnado).
Por este motivo decidí controlar este tic y, por primera vez, me topé con lo difícil que es para mí controlarlo. Debo decir que me frustra no poder controlarlo simplemente, siento que no tengo la fortaleza mental que me gustaría para controlar las cosas que hago, pero probablemente esté siendo muy duro conmigo mismo.
Recientemente (como cuento en este otro post), estoy intentando utilizar una mascarilla para poder corregir este tic. El tiempo dirá si me funciona.
Aún no he pensado en recibir algún tratamiento especializado, ya sea psicológico o psiquiátrico. A pesar de haberlo comentado a mi psicóloga o mi psiquiatra durante mi tratamiento de ansiedad, no me hicieron mucho caso. Me imagino que tenía cosas más importantes que corregir y curar.
Sé de primera mano que con los trastornos mentales o temas relacionados, es importante tener paciencia. Y, para ser sincero, creo que no me miro mal sin barba.
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Te admiro demasiado, gracias por compartir, definitivamente uno ya no se siente tan solo. Gracias.
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