Skip to content
Home » Escritos » Un examen, un viaje y un poco de ansiedad

Un examen, un viaje y un poco de ansiedad

Hace ya casi un año fui de viaje a Colombia, un viaje que, sin ninguna duda, marcó un antes y un después en mi vida. Hoy quiero escribir sobre esto porque es una forma de soltar algunas cosas y porque quiero contar algunas cosas que antes no podía, debido a que ahora he mejorado mi capacidad de escribir, por lo que tengo mayor capacidad narrativa y puedo expresar más cosas.

Contexto

Expectativas

Gran parte de la pandemia me la pasé estudiando para un examen. En realidad, diría que el examen me salvó de muchos de los problemas asociados a la pandemia. Fue un factor clave para mantenerme motivado, activo, tener un objetivo.

Diría incluso que el examen, en un inicio, parecía tan lejano que ni pensaba en cómo sería darlo. Pero el tiempo pasa y las fechas llegan. De pronto, ya me encontraba a meses de la fecha programada.

Yo estaba nervioso, pero emocionado. Sentía que tenía el potencial de poder hacerlo bien, de poder demostrarme a mí mismo que el esfuerzo había valido la pena. Tener un buen resultado era importante para mí, no solo por la nota y las utilidades prácticas de la misma y del examen en sí, sino por lo que representaba para mí.

Hasta ese punto en mi vida no había tenido realmente algo que demostrara que tenía habilidad para el estudio, al menos eso era lo que sentía. En mi etapa escolar no fui de los mejores alumnos, en la universidad tampoco estaba entre los mejores puestos. Y cuando comenzó la pandemia y las clases virtuales mis notas eran promedio o inferior al promedio en muchos casos. Eso me frustraba, porque sentía cierta necesidad de autovalidarme, de demostrarme que valgo algo. Estaba insatisfecho con mi desempeño académico y quería tener algún indicio que me indicara que no estaba por mal camino, que mi forma de estudiar y los sacrificios que hacía servían para algo. Tener una buena nota en el examen podría ser aquello que por primera vez me diera algún signo de que sí puedo ser un buen estudiante si me lo propongo.

Cambios

Al comienzo, mi idea era dar el examen sin salir del país, darlo en Lima. Es más, ya había programado mi examen para darlo ahí. Lo que sucedió es que, por motivos de la pandemia por COVID-19, el centro de Lima se encontraba inhabilitado. Yo no podía dejar de dar ese examen y no podía postergarlo por varios motivos. No tenía muchas opciones, realmente no habían más opciones que dar el examen fuera del país. Habían opciones como Chile, Bolivia, entre otras, pero finalmente opté por Colombia, por motivos económicos y también debido a que tenían menos restricciones en esas fechas por el tema de la COVID-19.

Conversar con mi mamá sobre esto fue algo problemático, ya que era un gasto que no había planificado y yo también me sentía mal por eso. Siempre me ha costado usar el dinero de mis padres, incluso para cosas que no son del todo malas. Sentía que estaba haciéndolos gastar bastante con todo eso. Otro motivo más para dar el mejor examen de mi vida.

Preparación final

Estos cambios realmente fueron de última hora, ya faltaba casi un mes para la fecha programada de mi examen. Sentía que había estudiado bastante bien, pero uno nunca siente que está completamente listo, sin importar lo que uno haga. Decidí simular situaciones del examen durante este último mes. Practicar los tiempos de descanso, simular el uso de mascarilla, entrenar mi tolerancia al agotamiento mental (porque el examen era un tanto largo, 8 horas de duración).

Pero, en el fondo, tenía confianza. Sabía que si podía utilizar lo que había estudiado no había motivo para no tener un resultado satisfactorio.

Viaje

Preparativos

Es así que llegó el día de partir, el día de viajar a Colombia a dar el examen. Viaje solo, por temas de dinero. Estuve en Colombia poco tiempo, tres días, por temas de dinero. Por el mismo motivo tenía bastante poco presupuesto, pero qué importaba, solo iba a dar el examen.

No necesitaba muchas cosas, tomé mi mochila que uso para todo y puse algunas ropas, los documentos necesarios para dar el examen y también llevé impresos algunos mapas de Colombia. Sabía de antemano que no tendría acceso alguno a internet, así que valía la pena ser precavido, pensé.

Además, incluí en el mapa posibles lugares donde podría tomarme la prueba COVID-19, ya que la ley requería que las viajeros tuvieran una prueba negativa antes de retornar al Perú. Esto era especialmente problemático para mí por mi corta estadía, el tiempo de entrega de los resultados de la prueba, mi posible falta de acceso a internet y debido a que el lugar donde debía dar el examen no era exactamente en Bogotá, donde se encuentra el aeropuerto y la mayoría de laboratorios, sino en otra ciudad, Chía.

Aeropuertos

Mi partida no tuvo mucho drama. Salí de Arequipa el sábado 2 de octubre rumbo a Lima. No muchas personas sabían de mi viaje, solo algunos familiares y amigos cercanos. Salí por la tarde, llegué a Lima por la noche, un poco más tarde de lo previsto.

Ya era noche y, teniendo en cuenta que al día siguiente iba a partir temprano por la mañana rumbo a Colombia y mi bajo presupuesto, decidí no pagar para dormir en alguna cama, sino dormir en el suelo del aeropuerto por algún lado.

Esa noche tuvo cosas buenas y malas. Cosas buenas como una llamada que tuve con algunos amigos míos de la universidad, con los que conversé de algunas cosas que estaba pasando y pasamos un buen momento. Cosas malas como despertarse sin poder sentir parte de la pierna por haber dormido en el suelo comprimiendo un nervio (el nervio peroneo común para ser exactos, para que vean que estuve estudiando). Pero, lo más importante y positivo, es que desperté para poder realizar el viaje sin inconvenientes a Colombia.

Me despedí de mi mamá y mis amigos, sabía que era posible que no pudiera hablar con ellos hasta llegar al WiFi del hospedaje en Chía, lo que probablemente tardaría todo el resto del día.

Llegada a Colombia

Viajar con una mochila y con poco dinero es más fácil. No tuve que esperar equipaje, no me revisaron nada, ni tuve que llenar casi ningún formulario. Solo paré un rato para cambiar los pocos dólares que tenía por pesos colombianos. Salí del aeropuerto y tomé un taxi o carro que encontré por ahí. Sé que probablemente habían opciones más económicas, pero tenía miedo de probarlas y quería llegar rápido, no quería perder tiempo. Pensé también en que ahí podría compensar el sacrificio de dormir en el suelo la noche anterior.

Me subí a un carro para ir al lugar donde me iba a hospedar, el taxista sí conocía. Intenté conversar un poco, para ir perdiendo el miedo. Cuando estás en un lugar que no conoces es conveniente poder ser comunicativo. Al conversar se notaba claramente que haya tenían otro acento para hablar. Me agradaba que me llamaran “don Daniel” y “su merce”, me sentía un distinguido señor.

Durante el trayecto pude ir observando cómo algunas cosas se escribían diferente. Por ejemplo, “droguería” en lugar de “farmacia”, “parqueadero” en lugar de “estacionamiento”, “bomba” en lugar de “grifo”, entre otros. También ya se veían algunas cosas relacionadas a Halloween.

Foto que tomé mientras estaba en el taxi desde Bogotá rumbo a Chía.

También me llamó la atención la cantidad de bicicletas que habían y todo lo relacionado a las mismas. Cosas como talleres de bicicletas estacionamientos para bicicletas, ciclovías, eventos de ciclismo. Me encantó esto, a mí que me gusta mucho transportarme en bicicleta.

Halloween

Finalmente llegué, sentí un gran alivio. Ya estaba en el sitio. El lugar donde me alojaba era como una casa y estaba bastante cerca al centro donde iba a rendir mi examen.

Llegué a Chía por la tarde del 31 de octubre de 2021. Recuerdo que pasé en mi habitación por bastante tiempo simplemente descansando por el viaje. El viaje fue muy largo, no me había quitado la mascarilla por más de un día. La última vez que estuve sin mascarilla fue al salir de mi casa en Arequipa. También tenía dolor en la parte baja de la espalda, posiblemente por haber permanecido tanto tiempo sentado.

Entonces, descansando se hizo de noche y decidí salir a comer algo, tampoco había comido nada por más de un día, desde mi almuerzo en Arequipa. Al salir, el encargado del hospedaje me dijo si quería ir a alguna fiesta, yo le dije que no, nos reímos. En lugar de eso, le pregunté si conocía algún sitio donde podría cenar. Por las calles había mucho movimiento, es que era 31 de octubre, día de Halloween, y allá en Colombia se celebra más que acá. Caminando alrededor de gente disfrazada iba yo, disfrazado de peruano intentando encontrar el lugar que me mencionó. Finalmente llegué al sitio.

Era un local donde preparaban sandwiches, me compré uno y mientras esperaba veía como algunos niños ingresaban de vez en cuando al local pidiendo dulces. Decían una frase como “Quiero paz, quiero amor, quiero dulces por favor”. Era la cosa más tierna que había visto en mucho tiempo. Al terminar, regresé al hospedaje para pasar la noche.

Mini-vlog jamás publicado de lo que fue mi primera comida en Colombia.

Día libre

El día siguiente lo tenía libre, no tenía nada que hacer. Me dediqué a visitar algunos lugares, conseguir provisiones para mi examen (comida y bebida), y aprenderme el camino más corto para llegar desde el lugar donde me hospedaba hasta el centro del examen para poder llegar rápido por si se me hacía tarde.

También, decidí almorzar en un centro comercial que estaba un poco lejos, pero que era bastante grande. Decidí ir a pie de todas formas, ya que tenía tiempo y quería hacer un poco de ejercicio. Llegué al lugar y me sentía más agitado que de costumbre, me sentía un tanto débil, mala señal. Recordé que la sensación que sentía era similar a la que tenía antes de desmayarme (cosa que me ha pasado un par de veces en mi vida). Es así que rápidamente fui a buscar el patio de comidas y decidí sentarme y aprovechar para almorzar, pensé que comer y descansar haría que se me pasaría.

Recordé que en algún punto de la conversación con el taxista este me mencionó que la bandeja paisa era un plato de comida muy recomendable. Así que fue eso lo que pedí.

Foto que tomé de la bandeja paisa que comí en el centro comercial.

Se me pasó un poco, pero tenía miedo. Me daba miedo porque estaba solo, no tenía internet, nadie podría contactarme si me pasaba algo. Decidí escribir en un papel que tenía (la boleta electrónica de la bandeja paisa) las direcciones del local donde me estaba hospedando, con la esperanza de que si me desmayaba alguien podría llevarme a aquel lugar y no perderme el examen del día siguiente. Aún mi mayor miedo no era mi salud, era perderme el examen.

Salí del centro comercial, decidí regresar corriendo, ya no caminando. Funcionó, pude llegar al sitio y ya no me sentía mal, estaba tranquilo.

Examen

Yendo al lugar

Esa noche pude descansar bien, dormí temprano, me sentía tranquilo, apenas tenía nervios. Al día siguiente me desperté temprano, pedí que no me dieran café en el desayuno, por si me causaba cierta ansiedad (cosa que ya me había sucedido antes al tomar grandes cantidades de café), era el día más importante del año, debía ser precavido. Tomé mis documentos para dar el examen y las provisiones que había comprado el día anterior, y partí caminando rumbo al centro del examen.

Las provisiones que llevé al examen.

Fui el primero en llegar, apenas estaban abriendo el centro, me dijeron que esperara, eso hice. Tuve que esperar parado, porque había llovido y las bancas estaban mojadas. Esperé parado algo de una hora en compañía de un gato que me encontré ahí.

Esperando con el gato a que se abriera el centro donde iba a dar el examen.

Dando el examen

Se hizo la hora, abrieron el centro para dar el examen y en poco tiempo todo comenzó. Pronto estaba sentado frente a una computadora iniciando mi primer bloque de 1 hora, el primero de 7 bloques. Inició todo un poco después de las 8 AM y se tenía planificado terminar todo un poco después de las 4 PM.

Comencé a realizar mis bloques de acuerdo al plan, me sentía cómodo y sentía que lo estaba haciendo bien, todo iba bien. Recuerdo que iba alrededor de mi segundo o tercer bloque cuando sucedió algo inesperado. De pronto vi cómo mi pantalla se apagó y quedaba a oscuras, pensé que me había pasado algo, mi corazón se aceleró, pero no. Simplemente se había ido la luz del centro.

Nos retiraron de la zona de las computadoras, estuvimos sentados en el área de descanso y yo estaba tranquilo, me dije a mí mismo “Estamos bien, mantén la calma, solo es un examen”. Comencé a hacer ejercicios de respiración, para mantener la calma. Después de unos minutos, probablemente un poco más de media hora, regresó la luz y reanudamos el examen.

Regresé a dar el examen, se había guardado mi progreso, estaba donde lo había dejado. Nuevamente el tiempo corría y debía continuar. Pero me sentía algo diferente, sentía que mi respiración estaba rara. Intenté calmarme con ejercicios de respiración, pero eso empeoró la situación. Era como que cada vez mi respiración se hacía más consciente hasta tal punto que se me había olvidado como respirar de forma natural, involuntaria. Eso no era lo que quería, suficiente tenía ya con pensar las preguntas que me aparecían en la pantalla.

Pronto, mi mente se llenó de ideas negativas. Pensaba en el episodio del día anterior, cuando casi me desmayé, me decía a mí mismo, a lo mejor sí hay algo raro conmigo, a lo mejor ahora sí me desmayo de verdad. Por otro lado pensaba y me decía, creo que estoy respirando mucho, a lo mejor estoy hiperventilando, esto podría traerme problemas, debería respirar menos. Y eso intentaba, intentaba respirar menos, pero no tanto, porque llegaba un punto en el que me excedía y comenzaba a respirar más rápido para compensar la falta de aire que yo mismo me generaba para evitar esta hiperventilación que temía. Dar el examen con mascarilla no ayudaba tampoco.

La situación era insostenible, jamás había pasado por una situación tan estresante. Jamás me había sentido tan desesperado. Y estaba ahí, debatiéndome si salir corriendo para encontrar algún refugio o pasar más de 5 horas en la misma situación completando el examen, cada vez más agotado. Terminé ese bloque y me fui al baño, me retiré la mascarilla, me importó poco las normas de seguridad, y me lavé la cara, intenté comer o tomar agua, pero no podía. Aunque estaba en descanso, no podía coordinar mi respiración, comer y beber se me hacían tareas imposibles, estaba convencido que si no tenía cuidado iba a atorarme o ahogarme.

Decidí dar el examen, no podía renunciar. Quería llorar y gritar con toda la fuerza que tenía, quería salir corriendo y esconderme. Pero había algo a lo que le temía más, a las consecuencias de rendirme. ¿Cómo iba a mirarme al espejo después de eso?, ¿cómo me hubiera sentido si no lograba completar el examen?

No era la fuerza lo que me impulsaba, sino mi debilidad. No lo hacía por mi determinación de continuar, lo hacía porque sabía que no podría soportar el fracaso. Que prefería cualquier consecuencia antes de estar en esa situación, cuestionándome mi valor. Porque si hay alguien a quien le temo es a mí mismo, porque soy el mejor que sabe lo injusto, lo duro que soy conmigo.

No lo logré por valiente, lo logré por cobarde.

Así fue que tomé una decisión que cambió el rumbo de mi vida, estoy absolutamente seguro. Es más, diría incluso que no hay ninguna decisión individual que haya tomado que haya tenido un mayor impacto en mi vida. Decidí continuar dando el examen, decidí continuar la tortura de lidiar con todo esto hasta el final.

Conforme pasaba el tiempo las cosas no mejoraban, todo lo contrario, empeoraban. Mi mentalidad se volvió en “si has llegado hasta esta parte, ya no puedes tirarte para atrás, ya falta poco”. Los últimos bloques los sentí pesadísimos, apenas los terminé a tiempo, ya ni revisé las preguntas en las que tenía dudas.

Caminando de vuelta

Terminé el examen después de las 4:30 PM, ya era de tarde. Apenas salí me retiré la mascarilla. No había problema, el uso de mascarillas en la vía pública era opcional. Caminaba derrotado, quería llorar, pero estaba tan agotado. Nunca me había sentido tan cansado mentalmente, jamás había pasado por algo remotamente similar.

Estaba confundido, sentía como diferentes ideas surgían en mi cabeza y se enfrentaban en un feroz debate de argumentos. Algunas me animaban, me decían “a pesar de todo lo lograste”, mientras que otras me recordaban lo sucedido, me recordaban que eso nunca debió haber pasado.

La caminata fue muy larga, solo tenía acceso a internet a través del WiFi del alojamiento, así que no podía hablar con nadie hasta llegar ahí. Solo me tenía a mí y conforme caminaba me iba dando cuenta de que yo mismo no era la mejor de las compañías.

Solo

Llegué, entré a mi cuarto, me conecté a internet, ningún mensaje. Me sentí solo, profundamente, pero por algún motivo prefería que fuera así. Puede que a nadie le importara lo que me había pasado, pero meditando llegué a la conclusión que era mejor así. Solo era una persona más con un problema más, las personas ya tenían suficientes problemas como para preocuparse por el mío, ¿acaso yo no hacía lo mismo? Cuando pensaba en eso me sentía cada vez más pequeño, minúsculo.

Conforme conseguía
reducir el tamaño de mi existencia,
se hacía más pequeño también
el tamaño de mi problema.

Después de haber pasado un rato pensando en la soledad de mi habitación, quién sabe cuánto, me llegó un mensaje. Resulta que había comenzado una de mis clases virtuales, a la que no había entrado, y dejaron un trabajo grupal. Me pedían que mandara mi parte.

Realmente, la vida seguía, realmente no importaba. De alguna manera se consolidó una idea que tenía de la vida.

Con el paso del tiempo, tanto el fracaso más desastroso, como la gloria más grande serán olvidados.

Quizá haya sido algo que me inclinara hacia una línea del pensamiento que se expandiera hacia otros terrenos, como la muerte. Encontrando cierto refugio en un pensamiento un tanto nihilista (este video habla de algo relacionado).

Al final, no hice mi parte del trabajo, tampoco di explicaciones. Simplemente no entré a las clases virtuales y me enterré en la almohada. No conseguí llorar, en realidad no conseguí pensar en nada más, mi mente estaba muy cansada. Quedé dormido en poco tiempo.

El día siguiente

El día siguiente fue raro, me sentía vacío. Tenía un objetivo, dar ese examen, por mucho tiempo, por algo de dos años, incluso puede ser que más. Me motivaba a estudiar todos los días, a tener una rutina con la que me sentía “en casa”. Ahora, no tenía eso.

Imaginaba que ese día iba a ser interesante, un día donde pueda hacer algo en la mañana mientras pasaba el tiempo. Por la tarde ya partía mi vuelo de regreso. Pero no estaba con muchas ganas. Decidí finalmente buscar algunos llaveros o recuerdos pequeños para dar a algunas personas que sabían que me había ido de viaje. Pensé en esos amigos con los que hice una llamada en el aeropuerto de Lima. Pasé toda la mañana buscando, no me resultó tan fácil encontrarlos, pero fue lo mejor que me pudo pasar, al menos al intentar buscarlos evité pensar en lo que pasó en el examen y pude distraerme.

Compartir lo malo también

También, en algún punto decidí grabar algunos videos hablando sobre el tema, porque en parte sentía que era importante. Yo quería compartir mis resultados del examen, yo tenía un canal de YouTube donde subía contenido relacionado al estudio, quería también tener algo que validara aquellas cosas que mencionaba. Pero, dados los acontecimientos pensé “¿es correcto no compartir las cosas si no salen bien?”.

Reflexiones por calles de Chía, Colombia.

Esa idea cobró fuerza en ese momento y esa idea maduró posteriormente hasta convertirse, luego de varios meses, en un deseo de compartir cosas de mi historia, de mostrar más libremente mi vulnerabilidad, lis lados feos y malos. Sé que aún no lo he conseguido del todo, aún estoy en proceso, pero si tuviera que apuntar cuál fue el inicio de este proceso, ese podría ser.

Nuevamente

Por la tarde salía mi vuelo a Lima, tomé un carro que me llevara al aeropuerto, salí con bastante tiempo de anticipación. Había recibido la noticia de que justo el día anterior se había anulado el requerimiento de tener una prueba COVID-19 negativa para aquellos que habían sido vacunados (que era mi situación en ese momento), un alivio. Durante el trayecto me quedé dormido en el carro, tal vez haya sido un poco peligroso eso, pero no sucedió nada. Llegué al aeropuerto y esperé a que sea hora de partir.

Fue hora de pasar a las puertas de embarque, no tuve problemas, y llegué hasta el sitio. Estaba tranquilo ahí, no tenía mucho que hacer porque no tenía internet, así que me puse a estudiar (ya sin objetivo, solo por vicio). Pero de pronto, comencé a tener una sensación que se me hacía familiar. Sentí esa sensación de respirar de forma defectuosa, comencé a experimentar lo mismo que sentía durante el examen. Pero ahora, a diferencia de antes, no tenía a dónde correr, no tenía a dónde escapar, no estaba en una situación de estrés, estaba sentado en un aeropuerto, tranquilo.

En mi desesperación, prendí el WiFi intentando conectarme a la red del aeropuerto, sabía que los aeropuertos suelen tener redes gratis con algunas restricciones (ej. tiempo de uso). Después de varios intentos logré conectarme a una, solo me brindaba una hora de acceso, pero era suficiente.

Entré a WhatsApp y busqué a alguien con quien hablar. En realidad busqué a varias personas, alguna seguro contestaría rápido. Y así fue, alguien contestó, una amiga. Le pregunté si podía llamarla por WhatsApp y me dijo que sí. Y hablamos, hablé con mi amiga. Ella estuvo en la llamada del aeropuerto de Lima mientras me iba y ahora estaba también ahí en una llamada conmigo mientras volvía. No podría expresar con palabras lo agradecido que me sentía en ese momento (y lo agradecido que aún me siento con ella). Necesitaba hablar con alguien con el objetivo de calmarme y sirvió, me calmó. Hablamos hasta que fue mi momento de subir al avión. Antes de despedirnos me sugirió que viera una película, dijimos como en broma que podría ser una de terror.

Regreso

Pero al final no fue broma. Decidí tomarlo como un reto o algo por el estilo. En el avión se brindaba servicio de películas, así que hice uso del mismo. La película que vi fue “The Night House” en inglés, para una mejor experiencia. Debo mencionar que hasta ese punto no había visto nunca una película de terror. En parte lo hice por la historia que podría contar de cómo fue mi primera vez, siempre había tenido esa espina de no haber visto nunca películas de ese tipo y quería esperar el momento perfecto para que sea mi primera vez. Esperaba que fuera en una cita o algo, pero verlo solo mientras lidiaba con ansiedad en un vuelo de regreso después de haber dado el examen más importante de mi vida hasta el momento no está tan mal. Así tengo toda una historia que contar si por ahí surge ese tema en alguna conversación.

No volvió a ocurrir un episodio así de intenso en el resto del viaje. Llegué a Lima de noche, decidí dormir en el aeropuerto (así como en la ida). La verdad no tenía muchos motivos de hacerlo, me había sobrado gran parte de mi presupuesto, casi no gasté en nada más que el alojamiento y unas pocas comidas. Tal vez lo hice porque para ese punto ya tenía bastante poco amor propio o simplemente estaba muy cansado como para salir del aeropuerto a buscar un sitio. Mi vuelo rumbo a Arequipa salió al día siguiente por la mañana.

La etapa siguiente

El examen fue un punto de cambio drástico para mí. A partir de ahí realicé un cambio en mis prioridades, decidí desarrollar la parte social de mi vida y otras cosas que había sacrificado durante mi preparación para el examen. Cambió mi forma de ver las cosas y mi forma de realizarlas. Han pasado varios meses y aún sigo terminando de procesar lo ocurrido, aún me genera muchos pensamientos. Lo sucedido en aquel corto viaje aún sigue impactando mi día a día, la forma en la cual llevo mi vida.

Hace poco que he terminado el tratamiento para el trastorno generalizado de ansiedad diagnosticado luego de que episodios similares a los del examen ocurrieran sin ser provocados. Hasta ahora ya voy varios meses sin tener un episodio así y espero que no me vuelva a ocurrir. Sin embargo, aún están presentes algunos fantasmas del pasado. Este año estaré dando un examen similar, incluso un poco más difícil y un poco más largo, aunque ahora sí podré darlo en Lima. Por un lado siento que es una oportunidad de tener una revancha, pero por otro lado a veces surge en mí la duda “y qué tal si…”, semilla de la ansiedad.

Porque aún tengo muchos pensamientos sobre lo que sucedió, incluso teorías sobre el motivo por el cual se desencadenó un episodio de ansiedad durante el examen. Por mencionar algunas:

  • Mayor altitud y humedad en el lugar donde di el examen: esto podría llevar a algún tipo de mal de altura y también hay estudios que asocian una mayor altitud con la aparición de episodios de ansiedad (Hüfner 2019Kious 2019Boos 2018).
  • Falta de alimentación: no comí mucho durante el viaje y bajé bastante de peso (algo de 3-4 kg), esto podría explicar el episodio en el que casi me desmayo cuando fui al centro comercial.
  • Uso prolongado de mascarilla: esto podría causar mayor estrés por sí mismo o también podría haber evitado que recurriera a un mecanismo que tenía para lidiar con situaciones estresantes, mi tic nervioso que consiste en arrancarme los pelitos de la barbilla (en este post hablo sobre este tic). Practicar más con mascarilla podría servir para minimizar este posible problema, idea que desarrollo en este otro post.
  • Malas técnicas de respiración: al intentar controlarme respiraba profundamente, pero algunas recomendaciones indican que no es necesario, que uno puede hacer técnicas de relajación respirando normal. Esto es algo con lo que me siento más cómodo ahora.

Viendo las cosas en perspectiva no sé si es una historia de éxito o de fracaso, me gusta pensar que es una historia neutral. Pero es mi historia, es lo que pasé y es también lo que soy. No tengo la menor duda de que sería alguien bastante diferente si esta historia no hubiera ocurrido o si hubiera tenido algún giro distinto.